«Usted puede ser teológicamente tan recto como un cañón de escopeta, pero estar espiritualmente tan vacío como él.»
Esta frase resume a la perfección un gran problema del que no solamente he sido testigo, sino también partícipe: El de fijar nuestra mirada en un sistema doctrinal, dejando de lado todo lo demás.
El autor —un hombre que trabajó incansablemente para mejorar nuestro entendimiento de las cosas de Dios— comprendió que la doctrina es importante, pero que nuestra relación personal, viva y profunda con el Creador, es lo único que puede satisfacer nuestra necesidad espiritual.
La idea es que sólo si nos llenamos de Él, si nos deleitamos en su presencia, si buscamos su rostro y su Palabra con todo nuestro corazón, llegaremos a ser lo que quiere que seamos, y no sólo a saber lo que quiere que sepamos.
Tener un sistema de doctrinas es bueno, y debemos esmerarnos en ello porque nos ayuda a conocer al Dios Todopoderoso y sus propósitos; pero jamás podrá suplir la conexión con nuestro Padre Celestial.
Al fin es para eso que Jesucristo vino a este mundo, ¿o no?